Casita que se arrastra en los
días lluviosos. Rastro de plata. Antigua deidad que al ver la rapidez del
mundo, prefirió arrastrarse sin prisa. Mirada de cuatro espejos, piel de jabón.
Te vuelves obscuro con el fervor de la tierra que te acompaña. Tan vulnerable
como un niño pequeño. Caracol de Jardín,
embajador del subsuelo que sale a dialogar con los mortales.
La espiral te acompaña, se torna
como el bronce a pesar de lo frágil que es ése tu escudo que cubre todo tu
corazón coraza. A la llegada del intruso te escondes en tu castillo. Te pongo
en el bolsillo de mi camisa y te llevo a un lugar mejor; allá dónde la humanidad
no podrá pisotearte en su descuido.
Caracol de epifanías, transitas taciturno
sin rumbo fijo. Marcas de ti todas las superficies, como gotas de agua el filo
de las hojas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario